Para bien o para mal —para mal, desde nuestro punto de vista—, vivimos en una sociedad de usar y tirar. Tenemos poca conciencia del daño que los desechos que producimos provocan en el medio ambiente. Y lamentablemente, este daño es, en muchas ocasiones, irreparable. Cuando ya no queremos o necesitamos algo, lo tiramos a la basura, sin preguntarnos mucho por el destino final de nuestros desperdicios. Pero hay países que son la excepción, y el reciclaje en Suiza es digno de mención aparte.

Porque el reciclaje en Suiza es casi un arte. Prácticamente todo se recicla, y si se quiere tirar algo al contenedor convencional de la basura, hay que pagar por ello.

reciclaje en suiza

El caso extremo del reciclaje en Suiza

Para que comprendas lo extremo que es el reciclaje en Suiza, te ponemos el ejemplo de una bolsita de té. Para reciclarla correctamente, una vez usada, hay que separar el té —lo orgánico— de la bolsa, abriéndola con una tijera. Luego hay que separar el cartón de la etiqueta de la bolsita, y al cartón hay que quitarle incluso la grapa metálica. Todos los elementos que componen la bolsita quedan separados, en función del material del que están compuestos.

Haciéndolo de este modo, son muy pocos los residuos que terminan en el contendedor convencional, y si uno lo quiere utilizar, tiene que pagar. Las bolsas que se emplean para la basura que no está convenientemente separada, llevan impreso un mensaje en el que dice que se está dispuesto a pagar impuestos para que dicha basura sea separada y clasificada; increíble, ¿no?

Pero esto no es todo; los suizos tienen una “policía de la basura”, que se ocupa de controlar que los residuos están siendo reciclados conforme a la normativa. En caso de incumplimiento, las multas son significativas.

En definitiva, Suiza ha apostado por incentivar económicamente el reciclaje. Reciclar sale mucho más barato que ser perezoso y no separar la basura, y con ello han conseguido un modelo casi utópico de gestión de los residuos; ¿a qué estamos esperando en otros países?